Ayer, 10 de mayo de 2012, Día Internacional de la Enfermería, tenía una cita importante en Madrid.
En el Hospital Gregorio Marañón se celebraban unas jornadas sobre enfermería y sus variantes humanas.
Hubo testimonios de pacientes, médicos, enfermeras, familiares de pacientes...todo un mundo pequeño, anónimo, que con frecuencia olvidamos porque lo importante es que la rueda no pare de girar.
A mí me tocaba la clausura de las jornadas, y tenía muy meditado explicar la vertiente sanitaria de Elisabeth Eidenbenz dentro del contexto de la Maternidad de Elna. "Enfermeras en tiempos de guerra" era el título.
Pero me salió otro guión, casi improvisado, porque hablé de la invisibilidad de las mujeres, tanto en tiempos de guerra como de paz. Y también expliqué mi trabajo de campo en Argelers (Francia), que después de nuestra maldita Guerra Civil fue el escenario donde quedaron confinados miles y miles de republicanos exiliados españoles, en condiciones extremas.
Y fui deshilvanando como se rebuscan esos caminos de exilio, de memoria, casi a ciegas, porque los caminos que yo buscaba eran femeninos.
Mujeres, niños... destinados a una muerte segura si no fuera por personas que no sólo curaban heridas físicas, sino también heridas del alma. Como lo hizo Elisabeth Eidenbenz, la fundadora de "La Maternidad de Elna".
Ahí es donde sale la vocación...me decía una enfermera después de la conferencia, todavía con los ojos brillantes de lágrimas contenidas.
Me marché del Gregorio Marañón con la sensación que había dejado un anclaje, un amarre...para poder volver y compartir con sus enfermeras más historias sobre mujeres, invisibles la mayoría, pero indispensables para que nuestra vida tenga sentido.
Para ellas, este post, con mi más profundo agradecimiento.